Control, siempre he querido tener todo bajo control. Pensaba en mi ignorancia que eso me daba la más absoluta felicidad. Una felicidad que nunca alcancé por mucho control y estabilidad que supuestamente me pensaba tener.
Una pareja, un trabajo, una rutina, todo planificado, a las 18:00 he quedado, 19:00 preparo la cena y preparo el tupper. Mañana reunión, luego almuerzo una manzana porque entre semana una madalena no Maitane, pecadora.
Solo de leerlo me estresa, esta era yo y os puedo asegurar que NO estaba nunca en paz.
Fulanito a enfermado, a Paquito le han atropellado, Tu crush te ha invitado a un chocolate con churros el martes, te han despedido…….. HOLA ANSIEDAD.

Lo cierto es que en esta vida hay muy pocas cosas que están bajo nuestro control. Me atrevería a decir que casi nada. Ser consciente de ello, y más para una persona como yo fue muy doloroso pero absolutamente liberador.

La semana pasada estuve con unos amigos en una Sagardotegi. Uno de ellos está pasando por un proceso profesional muy estresante, como él dice, está con el culo apretado las 8 horas de lunes a viernes. Con el cortisol a tope y en alerta como si le estuviera persiguiendo un Tyrannosaurus Rex. Colega que no estamos en Jurassic Park ni en el mesozoico. Da igual, él lo está viviendo como si su vida estuviera en constante peligro. Mi amigo está sobreviviendo y no viviendo.
A lo largo de la comida su cara de estreñido se fue relajando, incluso se reía y su cuerpo ya no estaba tan tenso.

Me hizo de espejo, me reconocí en él, yo también sobrevivo muchas veces cuando en realidad a este mundo hemos venido a vivir. Miro hacia atrás y los mejores recuerdos que tengo son de momentos en los que estaba viviendo el presente sin control.
Recuerdo bañarnos con bandera roja en la Zurriola, tragar salitre y tener arena hasta en el agujero del culo.
Recuerdo ir a por hongos con mi padre y meternos por senderos bastante peligrosos.
Recuerdo el pintxo de tortilla patata de la uni con jamón y queso, un martes cualquiera.

Qué felicidad más pura. No quiero que se malinterprete y que nos pongamos a hacer cosas sin prudencia y a lo loco. Pero lo cierto es que ese peligro que he podido ver en mi edad adulta de esas acciones, en aquel momento aun viéndolo no me frenaba, me limitaba a vivir el momento.

Y es que el control tiene mucho que ver con el miedo. Miedo a lo que está fuera de nuestro alcance. Y si nuestro objetivo es vivir sin ansiedad y no sobrevivir con estrés crónico, no nos queda otra que aceptar que la vida es pura improvisación. La vida se hace mucho más sencilla si aceptamos que es impredecible.
Hay cosas que por supuesto podemos hacer para buscar el bienestar, como por ejemplo, crear rutinas saludables (alimentarnos conscientemente, hacer deporte, meditar, cuidar nuestras relaciones, estudiar y trabajar en lo que nos gusta…) pero la clave para vivir sin control es que no nos obsesionemos con estas rutinas.
Soltemos el control, permitámonos aceptar que nuestra vida es algo que no es permanente, que estamos de paso como los Tyranosaurus Rex.