“Dichoso el hombre que sabe distinguir lo real de lo irreal, lo eterno de lo transitorio, y lo bueno de lo agradable por medio de la sabiduría”

B.K.S Iyengar: “Luz sobre el Yoga

 

Hace un año y cuatro meses empezó mi camino en el mundo del Yoga. Recuerdo que por aquel entonces estaba atravesando una época de muchos cambios, mucha incertidumbre. Acababa de acabar mis estudios de especialización y el futuro más que verlo de color verde esperanza se tornaba gris cada paso que daba. “No tengo suerte, me decía.. Con todo lo que he estudiado no encuentro un lugar en donde me pueda desarrollar como profesional” Desde ese victimismo tan ignorante reconocí que algo en mi interior no estaba tranquilo. Somatizaba con muchos dolores de tripas, migrañas, anginas, algún orzuelo, una muela infectada, un brote de acné. Vaya cuadro! Me imagino a Picasso retratándolo. Un lienzo con una figura redonda en medio, negra con un pequeño agujero en medio, por donde se podía vagamente apreciar un punto dorado de luz.
Y es que no era la primera vez que pasaba un momento así, y gracias a muchos años de terapia y mucho autoconocimiento reconocí esa sensación y supe gestionarla como buenamente pude.

Era junio y me encontraba mirando en internet algún curso de PNL, Coaching, Eneagrama. Siempre me ha llamado mucho el mundo del autoconocimiento. Y de repente no sé todavía cómo sin querer hice «click» en el resultado de Google que no quería y el destino me dirigió a una página web de un centro de Yoga. El Yoga… “vaya siempre he querido practicar Yoga” me dije e inocentemente. Cuando llegó la noche se lo comenté cenando a mi pareja, al prexoxo padre santo que todo lo aguanta. “Claro yo también me apunto, creo que me vendría bien para estirar y así de paso hago algo”. Me quede flipando, ¿el prexoxo también se anima a hacer yoga conmigo? Mañana mismo llamo para apuntarnos antes de que éste se lo piense mejor y me diga que no, pensé. Y así hicimos, y así comenzamos los dos a practicar Yoga.

Podría enumerar todos los beneficios que tiene el Yoga:
-Reduce la ansiedad y el estrés
-Aumenta la calidad del sueño
-Mejora la atención y el rendimiento académico
-Fortalece huesos y músculos
-Aumenta la flexibilidad
-Enseña a respirar correctamente y conscientemente

Y todo cierto sí, pero para mí Yoga ha sido y es mucho más. Si alguien me pregunta qué es lo que siento cuando practico Yoga, mi contestación siempre es la misma. “Cada vez que salgo de clase de me siento feliz”. Felicidad, paz interior, eso es lo que me aporta esta práctica. Nada más, nada menos.
Y con esto no quiero decir que es una disciplina que a todo el mundo le encaje, le guste. Conozco a muchas personas que lo han intentado, algunas varias veces y no han conseguido que les motive, a algunas de hecho les ha echado para atrás y me han comentado que se han sentido muy incómodos/as en la práctica. Esto puede pasar bien porque no es el tipo de Yoga que se ajusta más a tus necesidades, bien porque no estás acostumbrado/a a prestar atención a tu mente y cuerpo y te da mucho vértigo y miedo hacerlo o bien porque, simplemente, no es el momento de que practiques Yoga. Y todas estas razones están bien.

Yo solo os puedo decir y a colación de la cita que he puesto, que desde que practico Yoga, conozco y reconozco mejor mis emociones, he aprendido a distinguir qué me dice mi respiración en los momentos en los que se agita, vivo más conectada con mi cuerpo y quiero lo mejor para él, he aprendido a que hay días en los que puedo hacer un bakasana con una facilidad increíble y que hay días en los que un chaturanga es como subir el Tourmalet en patines.
Me reconozco y me quiero, cada vez soy más consciente que las cosas salen si trabajas, que todo llega y todo pasa, también los malos momentos. He conseguido dejar el Ego a un lado. Y aunque me quede mucho creo que cada día soy más sabia. Y es esta sabiduría la que hace que me sienta feliz. Y recordad que sobre todo y ante todo es eso lo que todos/as nos merecemos. Ser felices.