Día cualquiera en meses pandémicos:

7:30 Te despiertas.
7:45 Te vistes el chándal o unos jeans cómodos y lo primero que pilles en el armario. Si teletrabajas puede que recuperes el modelito de ayer, porque ¿para qué usar otra camiseta?
7:50 Te peinas, o no.
7:55 Te maquillas, o no.
8:00 Desayunas, preparas tus cosas del curro y te largas, o te quedas y enciendes el ordenador.
8:30 Miras a la nada, tan solo 30 minutos trabajando y tienes ganas de que sean las 19:00 de la tarde para largarte a tu casa o apagar el ordenador y tumbarte en el sofá
19:00 Te tumbas, pones la tele para desconectar.
20:30 Ves las noticias, te entra la depresión
21:00 Te duchas si no lo has hecho a la mañana.
21:30 Miras tu móvil
23:00 Te acuestas
7:30 Te despiertas
7:45 Te vistes el chándal…

¿Te suena?

Esta fue mi rutina pandémica los primeros meses desde que se declaró el estado de alarma. Una rutina que como consecuencia me regaló momentos de ansiedad, emociones difíciles de gestionar y apatía.
Recuerdo un sábado a finales de mayo tirada en el sofá mirando el techo. Sin ganas de nada excepto de llorar. Y lloré mucho, muy fuerte. Cansada de todo sin hacer nada. Imaginándome que todos los días serían del color de mi pijama, gris. Ese día ni siquiera me vestí. Ni me maquillé, y las que me seguís seguro que sabéis que obvio, tampoco me peiné. Sentí que mi cuerpo experimentaba el vacío, un miedo irracional. ¿Qué está pasando Maitane?
En una milésima de segundo decidí que no podía seguir así. Cogí mi cuaderno y empecé a hacer una lista con las cosas que podían hacer que ese vacío se llenase de emociones positivas:
pintarme los labios de rojo, hacerme una trenza, practicar yoga diariamente, achuchar a mi pareja, llamar a mi madre, mandarle un chiste a mi amiga, ponerme unos tacones rojos a juego con mis labios, bailar salsa al ritmo de Marc Anthony con su “valió la pena” y cantar, mal, pero cantar.

Algo hizo click en mí. ¿por qué no intentarlo?
¿Por qué no vestirnos nuestra camisa favorita a las 7:45?
¿Por qué no pintarnos los morros a las 7:55?
¿Por qué no achuchar a tu pareja, amigo, familiar a las 19:00? o ¿practicar tu deporte favorito para terminar el día?

Hice el esfuerzo y todo cambió. Recuperé las ganas de vivir. Parece mentira que detalles tan pequeños tengan el poder de cambiarte el día. Cómo sentirte bella, ágil, cuidarte, pueden hacer que tu estado emocional cambie. Introducir rutinas de auto-amor es importante y necesario, prexoxis. Nos merecemos lo mejor y sólo nosotres podemos darnos lo mejor.