Miedo. Piénsalo por un segundo. Piensa en tu día a día. Piensa en las noticias que ves en televisión. En las conversaciones que tienes con tu amigo/a sobre tu o su pareja. Piensa en los estudios que cursaste, o los que no. Piensa en las decisiones que has tomado en la vida. Piensa en los momentos de enfado con tus padres/familiares/pareja… ¿ves el miedo? ¿actuaste así guiado por el miedo? No me lo digas, díselo a tu cabeza.

Démosle la vuelta, quizá te resulte más sencillo responder a las siguientes preguntas: ¿qué buscabas cuando estudiaste esa carrera? ¿qué querías conseguir con ese enfado con tu pareja? ¿porque tomaste esa decisión o porqué no la tomaste? ¿qué buscabas? No quedarte solo/a, seguridad, comodidad, tranquilidad. Puede que sean algunas de las respuestas que te has contestado.

Y la gran pregunta.. ¿quién te dijo que haciendo eso todo conseguirías seguridad, tranquilidad, una vida plena?

Hace no mucho hablé con mi sobrina. Está en esa edad en la cual no es una niña pero tampoco es adolescente. Empieza a ser carne de cañón de la manipulación que nos ejerce la sociedad, que ejercemos todos los que vivimos anclados en el ego, en el victimismo, en la resignación y el miedo. Le pregunté qué quería ser de mayor y me respondió no se si de bromas o de verdad que quería ser bailarina profesional. Seguramente fuera lo que sentía en ese moemnto porque después puso una canción de Goazen! y empezó a bailar como una loca sin vergüenza, sin miedo, sin que le importase lo que pensabamos los demás. Vaya lección tan maravillosa. Ella en ese momento se lo creía, creía que estaba en un escenario bailando y me pedía que le grabase como si yo fuera una periodista que estuviese emitiendo en directo en una cadena súper importante con un millón de espectadores.

¡Qué cojones nos ha pasado! ¿Dónde está ese niño/a que quería ser payaso y resultó ser contable? ¿Y ese niño/a que quería ser actriz y pensó que era más seguro ser abogado/a? ¿Dónde estamos?

El miedo es nuestro mecanismo de defensa, para defendernos nada más y nada menos de nuestra felicidad. Parece contradictorio, pero no lo es. Nuestra felicidad, la felicidad más pura, la felicidad sana, nace desde la transformación. Y para transformarnos tenemos que pasar por cambios, y para cambiar tenemos que superar nuestros miedos, nuestras creencias limitantes. Porque son estas creencias las que hacen que nos autoengañemos, que nos victimicemos, que tengamos pereza para luchar por aquello que queremos de verdad y no de algo que nos han impuesto, que nos hemos impuesto. Son esas creencias las que nos impiden poner la música atope y subirnos al sofá para cantar y bailar sin vergüenza, sin pensar en el qué dirán y sin miedo.